El esfuerzo fiscal es un indicador que se utiliza para evaluar la incidencia recaudatoria del Estado en la producción de la sociedad. Este mide la relación entre el porcentaje que suponen los ingresos públicos respecto al producto interior bruto (PIB), así como a la renta per cápita. O, dicho de otro modo, mide la relación entre la presión fiscal y la renta per cápita de un país. De esta forma, se define como el cociente que suponen los ingresos públicos en el PIB y la renta per cápita del territorio.
Cuando sucede, como ahora, que la inflación se desboca y los precios suben como la espuma, los impuestos ganan aún más notoriedad. Esto ocurre en gran medida por el impacto que tienen en los negocios y en la vida de las personas.
Podemos decir, por tanto, que el esfuerzo fiscal, es un indicador que sirve para medir la incidencia recaudatoria de un determinado Estado en su economía. Dicho de otro modo, nos sirve para conocer si los ciudadanos de un país pagan muchos impuestos o no. Y, por tanto, y en determinadas circunstancias, es más representativo que la presión fiscal, ya que este nos permite conocer el sacrificio que supone una determinada incidencia recaudatoria. Esta afirmación hay que decir que no está exenta de controversia, pero lo veremos más adelante.
¿Qué es el esfuerzo fiscal?
Como hemos dicho antes, el esfuerzo fiscal es un cálculo que evalúa la relación que hay entre el porcentaje que representan los ingresos públicos de un país respecto al producto interior bruto (PIB), así como a la renta per cápita.
Es en este sentido, que permite calcular el porcentaje de impuestos sobre el PIB per cápita de los trabajadores en el país. Lo que a su vez permite una comparación más objetiva que la que ofrece la presión fiscal.
¿Cómo se calcula?
Para el cálculo del esfuerzo fiscal, previamente debemos conocer la presión fiscal. Y a continuación y conociendo ese dato, dicho cálculo responde a la siguiente formula:
Esfuerzo fiscal = (Presión fiscal / PIB per cápita) x 100
¿En qué se diferencia de la presión fiscal?
En primer lugar, acabamos de ver que, para el cálculo de uno hace falta conocer el otro. Si bien en la práctica son conceptos que sirven para evaluar la incidencia de los sistemas tributarios, las distintas magnitudes que se contrastan no son lo mismo. Como tampoco presentan una misma metodología de cálculo.
Para calcular la presión fiscal utilizamos el PIB de un país o territorio. Mientras, para obtener el esfuerzo fiscal se tiene en cuenta el PIB per cápita de los contribuyentes de ese país o territorio.
Si bien, ambos conceptos están estrechamente ligados, su principal diferencia es que uno sirve para saber si los contribuyentes pagan mucho en un territorio y el otro se utiliza como indicador comparativo entre países a nivel tributario. Si los impuestos de un país se incrementan, pero al mismo tiempo el PIB crece, la relación entre PIB y recaudación fiscal (presión fiscal) sería la misma, o incluso podría llegar a ser inferior, en su cálculo.
Además, el cálculo de la presión fiscal, no deja medir de forma fiable si se han subido o reducido los impuestos en el territorio. Un país podría subir los impuestos (IRPF, IVA, etc), que si se produce un descenso de la recaudación de otro impuesto (Sociedades, …), se podrían compensar, reflejando una misma recaudación y, por tanto, un valor similar al que presentaba antes de esa subida.
Por estos motivos, la presión fiscal, tampoco reflejaría esa medición objetiva que nos permitiría conocer si se ha incrementado, o se ha reducido, la carga fiscal en un territorio.
Objeciones al uso del concepto del esfuerzo fiscal
Como dijimos al principio, el concepto de esfuerzo fiscal también tiene sus detractores. Fundamentalmente, debido a que su cálculo puede inducir a confusión en casos determinados. En concreto si las comparaciones de esfuerzo fiscal no se hacen entre países con niveles de renta similares.
Pero también por dos motivos:
En primer lugar, porque se están dividiendo dos magnitudes diferentes. Una es un porcentaje y otra un valor absoluto.
En segundo lugar, porque pudieran darse determinados casos muy extremos en los que el esfuerzo fiscal ofreciera datos erróneos. En países con el PIB per cápita relativamente bajo, como podría ser el caso de España, aun teniendo una presión fiscal más baja que otros, puede resultar un esfuerzo fiscal más elevado. Esto ocurre porque en España la gente paga impuestos con rentas significativamente más bajas.
Por ejemplo, imaginemos un país tipo España, con una presión fiscal del 35% y un PIB per cápita de 30.000. Y otro país cualquiera con una presión fiscal del 100% con una renta per cápita de 130.000.
El esfuerzo fiscal del primero sería 0,116. La del otro país sería del 0,079. Sin embargo, en este país se está recaudando todo lo que se produce.
El esfuerzo fiscal en España
Ya que hemos citado a España, está de actualidad ver cómo estamos. Podemos ver que ambos indicadores siguen tendencias diferentes. Tomando siempre como referencia la UE:
Por un lado, España tiene una presión fiscal inferior a la media de la UE. Hablamos de 37,5% frente al 41,3% medio, según Eurostat. Mientras que el esfuerzo fiscal en España es un 52% mayor que la media de la UE. Según datos del Instituto de Estudios Económicos (IEE) en su último documento sobre competitividad fiscal. A lo que hay que añadir que ninguna gran economía mundial presenta un esfuerzo tan elevado.
Esto quiere decir que en España se recaudan menos impuestos que la media de la UE, pero los contribuyentes están sometidos a una mayor exigencia tributaria. Dicho de otro modo, los trabajadores españoles dedican una mayor parte de sus ingresos a pagar impuestos que los de otros países.